La verdadera Hombría

 

La verdadera hombría

 ¿Qué significa de verdad ser un hombre?



Son muchas las veces que nos hacemos esa pregunta. Pero, ¿cuántos sabrían responderla? Ciertamente serían muy pocos los capaces de enumerar o siquiera reconocer los rasgos de la verdadera masculinidad.

Vivimos tiempos de confusión y de vacío existencial. Nada está claro, todo es subjetivo, todo es relativo, incluso la moral, el sentido común e incluso las verdades más evidentes. Hasta el propio yo, se está poniendo en entredicho: Ya no se sabe si se es hombre, mujer, jirafa o helicóptero. Todo depende de cómo uno se sienta y autoperciba. Y como no hay nada más inestable e inconstante que los sentimientos en el ser humano, el resultado es un caos y una confusión absolutos.

Este artículo pretende arrojar un poco de claridad en este huracán de confusión y va dirigido tanto a hombres como a mujeres: A los primeros para que sepan ser y actuar como tales, y las segundas para que sepan reconocerlos.


Los hombres de nuestros tiempos tienen una visión completamente distorsionada de lo que es la auténtica hombría. Se considera hombre, como “macho” al más fanfarrón, al más “vacilón”, al que más mujeres se lleve al huerto, al más “mafias”. En resumen y en general, los hombres de hoy día aspiran a convertirse en algo parecido a la caricatura del cantante de reggeatón o del participante de "La isla de las felaciones"(La isla de las tentaciones, un programa de televisión), a uno de esos fantasmas fantoches con tatuajes de bollicao que aparecen en sus videoclips, rodeados de polioperadas mientras muestran billetes del monopoly y pistolas de plástico, hablando de infidelidades y tiroteos entre bandas rivales de barrio (que solo existen en la imaginación de sus cerebros unineuronales a menudo carcomidos por la droga), o a uno de esos chuletas con tupés requetepeinados, camisitas de flores y depilados de pies a cabeza.

Me dirán: “Tú lo que eres es un envidioso. ¡Ya te gustaría a ti tener las perras, la fama o las tías que tiene éste o aquél”. Cuando oigo esto, me da por reír, ya sea por no llorar o por vergüenza ajena.

 No quiero extenderme mucho en este punto. Si nos paramos a analizar el comportamiento de los que son considerados como “hombres” a día de hoy, veremos que la mayoría de ellos solamente viven para el sexo, las fiestas y demás placeres carnales, además del ansia de ganar dinero, cuyo único objetivo es satisfacer esos deseos ya mencionados. En poco o en nada difieren de las fieras.

Bueno, miento. Al menos las fieras tienen algo de sentido de la lealtad y de la familia. Ningún animal descuida a sus crías en pos de la búsqueda del placer ni tampoco hay perro que muerda la mano que le da de comer.

 Este deseo de placer inmediato acarrea como consecuencia que el hombre rehuya de todo aquello que implique constancia, compromiso o responsabilidad: Huye de la constancia porque requiere de tiempo, porque sus frutos no son inmediatos; huye del compromiso y/o cualquier responsabilidad, ya que restringe lo que éste malentiende por “libertad”.

Estos dos últimos puntos, son la explicación de por qué la mayoría de hombres de hoy día no son capaces de mantener largas relaciones en el tiempo.

 Debido al ansia de satisfacción inmediata, la mujer se convierte en un simple objeto sexual. Poco le importa la personalidad o las virtudes, sin sexo, la relación no funciona, so pretexto de que “uno tiene sus necesidades”.

De esta primera actitud deriva la "alergia" al compromiso de los hombres modernos (reforzada intencionadamente por factores externos como las sectarias leyes de género, la hipersexualización de la sociedad y la pornografía), ya que el compromiso implica responsabilidad, y ésta, a su vez, requiere de sacrificio y constancia, lo cual, es contrario a la inmediatez, como ya mencioné anteriormente.

 Entonces, ¿Qué significa, en qué consiste ser un hombre?

Aquí es donde comienza la parte “reaccionaria” o “fascista” del artículo (como sería considerada por la mentalidad moderna de analfabeto funcional que impregna nuestra sociedad en decadencia). 

¿Cuáles" son los rasgos distintivos de un hombre de verdad? Los enumero a continuación:

  • Espíritu de sacrificio: Virtud por excelencia del caballero cristiano y máxima expresión del mandato divino de amor al prójimo, que tiene su máxima expresión en el sacrificio de Nuestro Señor en la Cruz. Un hombre de verdad, no piensa qué pueden hacer los demás por él, sino, qué puede hacer él por los demás, cómo puede utilizar los dones que Dios le ha concedido en beneficio de la Fe, de su Patria, su familia, la sociedad. “El bien común antes que el propio”.

    El hombre de verdad se niega a sí mismo y no solo carga con su cruz, sino que también ayuda a otros a cargar con la suya.

    De este modo, el soltero mirará por sus padres, hermanos, sobrinos, abuelos, amigos… El novio por su novia…El padre por su mujer y sus hijos… En definitiva, vivirá por y para los seres queridos, ya que no puede haber amor sin sacrificio ni renuncias. Para los hombres de verdad no existe el “primero yo”.

  •  Honor y justo recto proceder: Honor, es una palabra  que brilla por su ausencia en el vocabulario colectivo de nuestros tiempos. A diferencia de antaño, cuando la palabra dada y un apretón de manos era sinónimo de una sentencia inamovible, hoy, carecen de significado alguno tanto la palabra dada como los juramentos.

    Característica distintiva del mentiroso es jurar y prometer mucho. El que es un verdadero hombre, se sabe esclavo de la palabra dada y no repara en esfuerzos ni renuncias a la hora de cumplirla.

    De igual modo, el hombre de verdad rechaza la mentira, la falsedad y las dobleces: Va de frente, no murmura a las espaldas, no traiciona. Va con la cabeza bien alta y sin miedo, ya que no tiene nada que esconder.

    “Ein gutes Gewissen ist ein sanftes Ruhekissen” (En alemán: Una buena conciencia es una almohada de paz). 


  •  Castidad: Otra palabra que causa oleadas de pánico con solo escucharla entre los varones de nuestros tiempos. El hombre de verdad no da rienda suelta a sus instintos, volviéndose así esclavo de éstos y convirtiéndose de este modo en una bestia, sino que los controla y los ordena para su fin.

    De este modo, la hombría es necesariamente contraria a la promiscuidad sexual. Un hombre de verdad no debe buscar en la mujer un trozo de carne con el que satisfacerse, sino una compañera con la que compartir su vida. ¿Verdad que a ninguno de nosotros nos gustaría ver, a alguna de nuestras hermanas, primas, tías o madres ser tratadas como un pedazo de carne por cualquier otro hombre? ¿Verdad que a ninguno nos gustaría ser utilizados, y ser luego abandonados como trapo sucio que se tira a la basura?

    La castidad requiere valor, y el valor requiere hombría. La hombría requiere responsabilidad, compromiso y obligaciones. Por ello, un hombre de verdad huirá de las relaciones esporádicas como de la peste, aspirando a lo que de verdad merece la pena: Al matrimonio.

    Incluso podría daros una razón egoísta para ello: Nadie en el mundo entregaría un objeto valioso a otro persona sin garantías de nada. De igual modo, ningún hombre de verdad entrega su cuerpo, su “yo”, el templo del Espíritu Santo, en una relación que no tiene ni visión de futuro ni garantías de fidelidad alguna.

    Como dice la canción: “Corazones partidos, yo no los quiero. Y si doy el mío, lo doy entero”.

    Aquí os podéis reír y volver a llamarme loco. Me dirán que hoy día eso es imposible. Yo respondo que no hay nada imposible para Dios.

    Costará, pero todo lo bueno en esta vida siempre requiere de trabajo y sacrificio.

    El amor no es un sentimiento, ¡es un compromiso!

  • Formación y el espíritu de superación: El hombre de verdad siempre está en continuo desarrollo, tanto físico como espiritual. El deporte y la formación intelectual y espiritual, son esenciales para ser un hombre de verdad.

    De nada sirve ser guapo y estar muy fuerte si se tiene la cabeza llena de serrín. Al final la belleza se pierde y el cuerpo se marchita, es ley de vida.

    Igualmente, tampoco sirve de nada ser una eminencia intelectual y ser un debilucho incapaz de levantar siquiera un cajón.

    Se tenga la constitución que se tenga, se sea más gordo o más flaco, o se sea más listo o más tonto, no hay excusa para la mediocridad. Aléjate de los videojuegos y del golferío de las redes sociales: Agarra un buen libro, haz deporte, cultívate, no pierdas el tiempo con cosas inútiles.

    Es preciso conocerse bien a sí mismo, reconocer las propias flaquezas y fortalezas, remediando las primeras y potenciando las segundas.

  • Educación y cortesía: La boca habla siempre de lo que hay en el corazón. Una persona malhablada y maleducada, no demuestra sino un desorden e inestabilidad interior considerables.

    Por otro lado, la cortesía siempre ha sido y será insignia del verdadero caballero: El dar siempre las gracias, el hablar de usted, las buenas formas y los buenos modales nunca pasarán de moda.

  • Coraje: Un hombre no se amilana ante las dificultades, sino que se crece y les hace frente. Si cae al igual que Nuestro Señor bajo el peso de la Cruz, se levanta y sigue adelante. No hay que confundir esta virtud con las bravuconadas y la actitud de kinki de barrio matón. Eso es solo para los débiles y cobardes. El hombre de verdad es pacífico, no pacifista. No hace caso de lo que le pueda decir un imbécil ni se deja afectar por el que dirán, así como tampoco necesita de “primos” y “panas” para defenderse.

  • Justicia: El ser justo implica en hacer siempre lo que es correcto, incluso cuando esto nos suponga un perjuicio. El hombre de verdad no tolera la injusticia en ninguna de sus formas ni bajo ninguna excusa ni pretexto.

    Es alérgico a los abusos, nunca se aprovecha del débil, más bien le protege y le ayuda a ser más fuerte.


En conclusión, no es fácil ser un hombre de verdad hoy día. El mundo moderno es un mar cuyas olas arrastran y devoran todo lo que encuentran a su paso. Aquél que decida tomar el camino de la hombría y la rectitud, y en definitiva, el camino de Dios, debe contar de antemano con que, al igual que Nuestro Señor, se encontrará con dificultades y enemigos y sufrirá muchas persecuciones.

Sin embargo, todo eso es poco comparado con lo que se ganará: No solo el ser una persona de verdad, sino la tranquilidad de una conciencia limpia.

Eso es lo que necesita la sociedad, no solo hombres, sino hombres santos, dispuestos a enfrentarse al mundo con virilidad, armados de virtudes.

 ¡Viva Cristo Rey!

                                                                                                                       ¡Viva España!


 -Franz Lindner




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